Jesús Cuadrado *
La crisis interna de Podemos ha sido agrandada por sus adversarios, pero es real. El último relato de ocasión del grupo de Ferraz, según el cual “el conflicto de Podemos es entre partidarios y contrarios a hacer presidente a Pedro Sánchez”, sí, es infantil, pero la crisis existe. No es cuestión menor, ni para el partido emergente ni para el conjunto de la izquierda en España. Lo que habrá que ver es si, además de la fortaleza demostrada en Cataluña, País Vasco, Galicia o Comunidad Valenciana, cuentan con una organización y un liderazgo, en coalición, o no, con IU, capaces de poner en pie un proyecto para toda España.
El 26 de junio habrá elecciones y serán decisivas para la orientación de la política española durante años. Se dice que unas nuevas elecciones repetirían los resultados del 20D y prolongarían el actual bloqueo. No es mi opinión. Los cambios serán, tal vez, menores, pero decisivos para marcar el rumbo próximo del país. Los electores sentenciarán, y se sabrá en qué sentido. Por eso, creo que las izquierdas españolas están en mala posición para encarar la disputa. A la crisis de orientación en Podemos se une la inconsistencia actual del PSOE.
Que terminen pronto estos meses basura de la política española y se abra cuanto antes el nuevo escenario que llevará, si los socialistas no han perdido definitivamente el sentido de la orientación electoral, a la configuración de dos grandes bloques, uno azul, con el PP y Ciudadanos, y otro rojo, con el PSOE y Podemos. Como en la Dinamarca real, series de TV aparte. Independientemente de que, obviamente, el partido de Iglesias se quiera comer al PSOE, como éste intentará achicar el espacio de Podemos. Para los intereses de la izquierda española, sea en opciones fiscales o de sistema educativo, por ejemplo, lo que importa es si el mapa del próximo ciclo político va a ser rojo o azul.
Para que las izquierdas tengan opciones el próximo 26 de junio, tanto el Partido Socialista como Podemos tendrán que introducir correcciones de ruta, y pronto. Los socialistas no pueden comparecer atados a una opción que solo tiene un destino: la gran coalición. Deberán prescindir de ese texto de 66 páginas firmado con Ciudadanos, si no quieren que se convierta en una larga carta de suicidio. Para esta travesía, por supuesto, la actual dirección del partido esta totalmente descalificada. Si no se han vuelto locos, no pueden pretender ir a una opción de izquierdas con la carga adquirida por los de Sánchez en estos meses. El tiovivo de tanto zigzagueo solo favorece a Albert Rivera, que ya superaría con claridad al PSOE en Castilla y León, nada menos, según Metroscopia. Aunque está por ver si la organización socialista tiene oxígeno interno para esta operación de salvamento y si es capaz de librarse de las tutelas dañinas de, por simplificar, Felipe González y Juan Luís Cebrián.
La otra pata para la formación de un bloque rojo, a la nórdica, también necesita reparaciones de urgencia. Podemos parece asentado en Comunidades Autónomas decisivas para la gobernabilidad, como muestran encuestas solventes, como el Euskobarómetro y el Cis catalán, pero, para graduarse como partido de gobierno en España, es imprescindible un proyecto para todo el país. Hasta ahora, han fallado en esa asignatura troncal. Tendrán que demostrar que son capaces de librarse de mochilas del pasado que les incapacita para opciones de gobierno viables.
No es tiempo de volver a Marx, como suele recordar alguien tan poco sospechoso como Stiglitz, y mucho menos a trasnochadas teorías de la hegemonía de Gramsci o posmarxismos ya fracasados de Laclau. Errejón y Bescansa que han demostrado excelentes dotes para la lectura del escenario político, harían bien en meter algunas tesis doctorales en un cajón y hacerle, así, un gran servicio a la opción de la izquierda en España. Tienen una oportunidad única, pero, enaltecidos por vientos favorables, no les vendría mal recordar que, como en el Julio César de Shakespeskeare: “En las cosas humanas hay una marea que si se toma a tiempo, conduce a la fortuna; para quien la deja pasar, el viaje de la vida se pierde en bajíos y desdichas”.
La transformación institucional radical, que el país necesita, no será posible sin la previa regeneración de los partidos políticos. La cartelización de los partidos, entendida como burocratización y control por minorías que se eternizan en el poder, “una democracia sin demos”, afecta de lleno a los viejos partidos, pero, como hemos visto en esta crisis de Podemos, puede afectar a los nuevos. Que no le den la razón a la vieja ley de hierro de la oligarquía, que formuló hace cien años el sociólogo alemán Robert Michels, según la cual, la democracia conduce de modo inevitable al control de los partidos políticos por oligarquías inamovibles. Para evitarlo sigo pensando que se necesita una legislación inequívoca, que obligue a primarias abiertas que no se puedan controlar desde los aparatos de partido. Sí, primarias con sorpresas, como las de Segolenne Royal o Matteo Renzi, en su día. No es un camino garantizado, pero es un camino.
Lo que importa: la izquierda española, en todas sus formas, tiene un desafío electoral el próximo 26 de junio, seguido de las elecciones vascas y gallegas en octubre. Se verá quiénes y cómo van a gobernar España, quiénes y cómo van a orientar las medidas de gobierno, más allá de lugares comunes, que ni carne ni pescado. Hoy, no lo tiene fácil un posible bloque rojo a la nórdica, pero, como punto de encuentro de las izquierdas españolas, no estaría mal Dinamarca. Habrá presiones insoportables para que prosperen otras opciones, como una gran coalición a la alemana o un bloque liberal-socialista a imitación de los Países Bajos, que allí ha llevado al hundimiento a los socialdemócratas. En fin, poco tiempo y muchos cambios por acometer. Tengamos fe.