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¿Quién ganará el 20D?

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Hugo Martínez Abarca *

Hugo-Martínez-Abarca¿Quién ganó el 20D? Desde hace un tiempo (al menos desde las elecciones europeas de 2014) se viene caracterizando 2015 como si fuera una final. Una competición entre el cambio y el régimen (por simplificar) cuyo ganador conoceríamos en las elecciones generales y que darían un título que duraría décadas. Así, si ganaba el inmovilismo se iría a una recomposición de la Transición, un cambio lampedusiano, que reformara el edificio del 78 sin que cambiaran sus aspectos estructurales dejándolo habitable para la próxima generación; si ganaran las fuerzas del cambio, iríamos a un proceso constituyente en clave de ruptura democrática que intentara fijar unos cimientos de un edificio en el que cambiara todo.

Cabía otra posibilidad, siguiendo con el símil de la final de torneo de fútbol. La expresaba yo mismo en un artículo en agosto de 2015 (“La estrategia por asalto”): “Hay otra posibilidad y es que la suma de resultados electorales (municipales, autonómicas y generales, más la crisis abierta en Cataluña) suponga una inestabilidad institucional tal que haya ‘prórroga’ y que se mantenga el ciclo electoral un par de años con hipotética repetición de elecciones generales.” Efectivamente, las finales se ganan o se pierden. Pero también se pueden empatar y lograr un tiempo extra en el que incluso se puede ganar por goleada tras haber ido perdiendo todo el partido. De hecho, ese artículo está escrito antes incluso de las catalanas, en un momento en el que nadie apostaba por un escenario electoral como el que tenemos ahora: ese pesimismo de entonces es el que explica, en buena parte, que estructuras parapetadas tras calculadoras mezquinas decidieran imposibilitar una apuesta para las generales que añadiera aún más audacia a quienes han llevado la posibilidad de cambio al Congreso salido del 20D: para qué vamos a sumarnos a una estrategia que tampoco tiene tan buenos pronósticos, debió de pensarse. Claramente esa ‘prórroga’ es el resultado al que llegamos en 2016. Falta un tiempo para saber quién gana el 20D.

Lo razonable sería pensar que el PSOE será sensible a las presiones de quienes siempre mandaron en él y trate de simular que pese a que el PP gobierne con su abstención, el PSOE es oposición. Lo razonable sería pensar que los partidos que más escaños perderían con una repetición de elecciones (PSOE y Ciudadanos) permitirán que el PP gobierne, al menos, el tiempo necesario para recomponerse, por muy difícil que fuera tal recomposición. Da igual, la descomposición que vive el PSOE lo hace imprevisible, como los animales que agonizan a espasmos. No menor debe de ser la descomposición del PP, que tras perder muchísimo poder institucional en mayo (esto es: muchos sueldos con los que mantener unida y callada a gente que sabe mucho) ha cosechado en las generales su peor resultado desde la Alianza Popular de Fraga y la mayor caída electoral desde la UCD del 82. Que hayan logrado una suerte de omertá no impide que por dentro el edificio esté demoliéndose; especialmente en un año en el que se celebrarán juicios que pondrán sus vergüenzas a la luz como nunca, que ya es decir.

Vivimos una crisis orgánica: esto es, una descomposición del modelo político y de sus piezas. Las crisis orgánicas pueden durar décadas (la nuestra dura ya ocho años al menos) y arrasan con los sistemas de partidos y los regímenes políticos. Para bien o para mal. El bipartidismo diseñado en la Transición ha muerto aunque algunos de los partidos que lo vertebraban sobrevivan (aún). El subsistema de partidos catalán se ha destrozado y no olvidemos que la CiU de Jordi Pujol y Durán i Lleida fue uno de los pilares de estabilidad de la España del 78 más importantes. Hemos vivido la crisis de la Corona más grave antes de que empiece el juicio a Urdangarín y Cristina de Borbón. Y nadie sabe cómo vamos a salir de ésta: un acuerdo de investidura sólo sería una forma de ganar tiempo (que aprovecharían también las fuerzas del cambio para organizarse mejor para esta fase y cargarse aún más de legitimidad).

Las crisis orgánicas nunca han sido fáciles de afrontar, ni siquiera para las fuerzas emancipadoras, que en teoría encuentran en ellas su hábitat transformador natural. Son numerosas las crisis que se han desdeñado por no acomodarse a lo previsto en los manuales. Son tantos los señalados como ‘traidores’ por discrepar de lecturas conservadoras. Sin embargo, esta vez llegamos en una situación compleja pero muy bien situados ante la prórroga en la que podemos ganar.

Las elecciones del 20D ponen en el Congreso de los Diputados más de 70 diputados que apuestan por afrontar las crisis democrática, social, económica y territorial. Nos hemos ganado la prórroga. Desde ese diagnóstico es indudable que el actor que vertebra el cambio es Podemos. Quien no comparta que Podemos es el portaaviones del cambio pensará que, en esa metáfora futbolística, el cambio ha perdido de forma arrolladora; quien sinceramente pensara que Podemos era una fuerza avalada por la CEOE o chorradas por el estilo se entregará a la melancolía ciega que ve una derrota absoluta donde hay una clara posibilidad de victoria. Evidentemente hubo quien no lo creyó sino que lo usó como ‘mentira de campaña’ (“Lo que a veces se dice en una campaña…”, decía Julio Anguita) y es el momento de demostrar que se sabe que hay un gran ‘equipo’ del cambio: esa es la única explicación razonable a que se apelase a cualquier tipo de fórmula (posible o no) de confluencia de fuerzas del cambio. La unidad popular, a veces, la hace el pueblo de forma difícilmente refutable.

El panorama es bastante claro: la crisis institucional que se viene plasmando desde el 15M está en su cénit. “Todo es caos bajo las estrellas”, lo cual significa sólo que los poderes que nos han saqueado tanto tiempo están ahora tambaleándose: la situación es inmejorable. De nosotros, de quienes somos conscientes de la crisis radical de las instituciones del 78, de quienes vemos que hay prórroga y queremos usarla para ganar, depende que afrontemos esta fase sin ataduras, sin anclas que nos impidan avanzar y mirando exclusivamente al país, nunca a nuestros ombligos.

Hay partido. Es innegable. Hemos pensado sobre nosotros mismos demasiado tiempo. Hace mucho que sabemos qué había que hacer y era esto. 2015 es el año de la final, pero 2015 va a durar mucho más que doce meses. Ganaremos si no nos distraemos en cuestiones tangenciales, si situamos en el centro la única prioridad: recuperar el país para nuestro pueblo ahora que sí se puede.

(*) Hugo Martínez Abarca es miembro de Convocatoria por Madrid y diputado autonómico de Podemos. Autor del blog Quien mucho abarca.

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